Nuestra Historia

Relato vivo de una historia que pelea por no ser olvidada

Transcurría el año 1937, para ser más específico el 12 de octubre, feriado nacional, un grupo de vecinos de Colonia Alvear Oeste, todos de las inmediaciones de la calle M y vista la necesidad de agruparse, motivados por la pasión del futbol, soñando en que alguna vez un equipo surgido de los hijos de inmigrantes y finqueros pudieran disputar un campeonato de primera en General Alvear Mendoza.

Se dispusieron a fundar el club denominado INDEPENDENTE EL ABROJAL (nombre que surge por la cantidad de abrojos que crecían en las inmediaciones de su cancha).
La primera comisión estaba integrada, entre otros por: Alberto García, Don Morralla, Manuel y Joaquín Mateo, Don Ramón Leyton, Eduardo Gatera y Eduardo Pompili.

El club INDEPENDIENTE EL ABROJAL, que años después cambiaría de nombre, tiene su primera cancha (entiéndase potrero) en un espacio prestado de la finca de los hermanos Morralla, ubicado en calle M y calle 7; esta cancha fue utilizada durante 3 años. Teniendo que hacer su devolución a solicitud de los prestadores por necesidad de cultivar. EL ABROJAL traslado su campo de juego, que previamente reacondicionó, a una finca ubicada en Calle 7 al sur propiedad de Luzuriaga. Por ese entonces el club jugaba en la liga independiente de General Alvear, el director técnico de la escuadra era la misma comisión directiva y los jugadores lucían camisetas color rojo con vivos blancos.

Por las cercanías y por tener vecinos en común el club realizó una alianza y se unificaron con el club denominado los Navarro, volviendo a trasladar su cancha a continuación del boliche homónimo, que como no podía ser de otra manera, los propietarios eran los Navarro, la curiosidad del dato es la extracción comunista de la mayoría de los fundadores de los Navarro. Esta unificación permitió ganar la liga Independiente, se cumplía en parte el sueño de jugar en primera. Este sueño se completaría cuando al año siguiente se lograría el primer campeonato de primera división.

A la par del crecimiento deportivo crecía todo el club. Con su nuevo nombre, el CLUB INDEPENDIENTE LA MARZOLINA, se fortalecía con el trabajo de todos los vecinos, familias completas trabajaban para la institución, y sentían al club como su segunda casa.
Es aquí donde hace su aparición en este relato quien le da vida al mismo, que con lágrimas en los ojos y recurriendo a la Coty quien aporta datos, fecha y anécdotas, mientras trajina con las labores diarias.

Es Raúl Pompili quien cuenta que fue el primer cobrador de los socios, maletín bajo brazo, confeccionado por Don Gramaje, “era de Cuero” dice y agrega que “por eso en esa época me pusieron el partero, recorría los socios de la calle 7 al naciente a lo largo y ancho, Marcelino Mateo también cobraba por otras zonas”.

El club por esa época Tenía muchos socios, más de 600, la cuota societaria era de 0.50 centavos. Don Pompili recordando viejas épocas dice “me recorría, en bicicleta todos los socios que podía después de trabajar en la finca familiar, algunos pagaban sin problema otros eran bastante duros, recuerdo que para llegar a la finca del padre del doctor Giufrida, casi llegando el 84, tenía que pasar unos médanos tremendos y por lo general me hacía ir varias veces en el mes”.

A través de donaciones, aportes y realización de bailes, que por cierto eran de gran fama en todo General Alvear, consultado Don Pompili cuenta entre risas que: los bailes eran famosos y el lugar donde lo realizaban se conocía con el corral de las chivas, este apodo resulta porque los socios preocupados porque las vacas del propietario no entraran a la pista de baile, colocaron a su alrededor ramas de chañar, lo que se percibía desde lejos igual a un corral de chivas. Ya cuando comenzamos a construir parte del salón, el apodo se cambió a CORRALITO. Raúl agrega que: parecía un corral de chivas, pero a ese corral no se entraba sino se vestía saco y corbata, era bastante exclusivo, menciona entre risas.

Mientras se sucedían los logros deportivos, que hacían entusiasmar a los lugareños, los socios muy unidos y dejando de lado cualquier diferencia se unieron y pudieron adquirir terrenos que destinaron a un nuevo estadio, ya con comodidades. Encararon la culminación del salón, este fue testigo de bodas y cumpleaños de socios, hijos de socios y nietos en algunos casos. No solo utilizaban el salón por cercanía y servicio. Sino que les provocaba enorme satisfacción, porque era el fruto de su trabajo.

La comisión era muy trabajadora, los hermanos Raúl y Eduardo Pompili realizaban todos los trabajos de albañilería que surgían, en sus tiempos libres. Don Pompili fue vicepresidente hasta el año 56, pero siempre siguió ligado a la institución. Recuerda el aprecio que le tenían todos al primer presidente Don Alberto García, “era una persona muy correcta, honesta y trabajadora”.
Lamentablemente desde el año 90 no hubo más actividad. Las instalaciones de la cancha siguen esperando para que la pelota ruede por su pasto. El salón está de pie y si uno se acerca despacio aún se escucha el acordeón de pepe Navarro o algún tango perdido, olvidado en algún rincón por los Hermanos Fernández.

Este es un breve aporte de Don Raúl Pompili, vecino, socio y apasionado del club INDEPENDIENTE LA MARZOLINA, que a modo de homenaje, en su aniversario comparte con nosotros esta bella historia.

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